El pasado jueves 7 de
Noviembre de 2013 se celebró el Foro de Políticas
Públicas de Juventud y Desempleo Juvenil convocado por el Representante a la
Cámara por Antioquia Juan Valdes. Tal evento fue realizado desde las horas de la mañana en la Universidad EAFIT. Los ponentes de esta iniciativa
fueron entre otros la Directora General del SENA Gina Parody, la nueva
Secretaria de Juventud de Medellín Valeria Mejía, el Director
Nacional del Programa Presidencial Colombia Joven Gabriel Gómez, entre otros representantes de
distintas autoridades que trabajan el tema que convocó dicho evento.
Llamó la
atención que cada forista invitado dedicó el tiempo que se le dispuso sin tener
alguna hilaridad temática. Valeria por ejemplo, sin ahondar mucho en políticas
públicas juveniles aplicadas en el tema de desempleo, hizo una breve exposición
de algunos de los resultados del Índice de Desarrollo Juvenil del cual se viene
hablando desde hace un par de años e invitó a profundizar en investigación e
innovación relacionando los asuntos de juventud. Gina hizo hincapié en el
esfuerzo realizado en el SENA por acercarse a las empresas del sector privado
para concertar con ellas los modelos de capacitación y los escenarios de
actuación laboral bajo un enfoque de pertinencia, Gabriel hizo una especie de
ejercicio motivacional a los jóvenes que por lo menos en el recinto no estaban
presentes mayoritariamente y fue justamente ahí cuando caí en cuenta de un gran
error metodológico en el evento. ¿Quién tiene toda la autoridad para pensarse
la juventud, lo que es, lo que no es y debería ser si no son los propios
jóvenes? Vale el acompañamiento y aporte de otros grupos etarios, no se trata
de desmeritar un esfuerzo por visibilizar un tópico con absoluta pertinencia,
pero… los temas de juventud deben ser hablados necesariamente con la
participación activa de los jóvenes, lastimosamente no fue así como sucedió.
Cuando leí sobre
la realización del foro tenía la esperanza de que se abarcara un tema en el que
me he sentido convocado durante las últimas semanas; el de las políticas de
primer empleo, especialmente en las instituciones del sector público, pues son
muchos jóvenes que se gradúan en la educación superior formal y no logran participar
en las oportunidades de ocupación principalmente bajo dos excusas, la falta de
experiencia laboral y el poco tiempo de graduación. Se preguntarán posiblemente
qué se encubre bajo tales fundamentos que lapidan día a día las opciones
laborales de miles de jóvenes en Colombia. Ambos condicionantes están asociados
a la supremacía de un enfoque del discurso juvenil que ve a los jóvenes bajo un
estereotipo asociado a la crisis, la poca estructuración mental, inestabilidad
emocional y la permanente búsqueda de identidad, rasgos que a primera impresión
previenen a cualquier empresario independientemente del sector productivo en
que se encuentre, puesto que seguramente no está dispuesto a contratar a una
persona que simbolice riesgo e inestabilidad en la organización que representa.
Todo lo anterior me lleva a concluir que el joven aún está visto desde un
modelo peligrosista, incluso en la Ciudad de Medellín, la cual ha evolucionado
en sus perspectivas de atención y diálogo con la población juvenil.
¿Qué vamos a
decir cuando nos pregunten por qué los números de desempleo juvenil en el país
duplican las cifras nacionales tal como lo mencionaron reiteradamente los
foristas? ¿Con qué cara puede mirar Medellín a tantos jóvenes que hacen bien
las cosas, que han sacado adelante sus sueños a través del camino del esfuerzo?
¿Cómo vamos a exonerarnos de nuestra obligación moral, cuando vanagloriamos el
elogio a la dificultad de Zuleta? ¿Si la forma de ver y entender a los jóvenes
ha cambiado en Medellín por qué le seguimos el juego a un escenario
prejuicioso, de negaciones y estigmas? ¿Por qué le vamos a exigir a los jóvenes
cambiar sus propios sesgos si no transformamos el pensamiento adulto de
exclusión poblacional?
Así como se han
unificado esfuerzos para lograr revertir las visiones del mundo que han
predominado durante décadas en el imaginario colectivo de muchos jóvenes de la
Ciudad dónde lo ilegal es todavía una opción, debe existir también un pacto
concertado que desmitifique el prototipo de juventud que tenemos arraigado.
Es
hora de ponderar otros discursos, de volver a creer en los jóvenes, en sus
capacidades de cambio, debemos verlos cómo agentes de transformación que
cuentan con la vitalidad, el dinamismo y la capacidad de adaptación que los
contextos actuales nos exigen. Los empresarios tienen que ver en los jóvenes un
marco de oportunidades y no de amenazas. ¿Quién puede ayudar a romper ambientes
laborales anticuados o estáticos nocivos para cualquier organización si no son
los jóvenes a través de su innovación? Es hora ya de buscar las herramientas
legales necesarias para facilitar el acceso de los jóvenes profesionales,
técnicos y tecnólogos a puestos de empleo, y son las instituciones oficiales
quienes deben dar el ejemplo.
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